50 AÑOS DE LA LLEGADA A LA LUNA

Un éxito de mil fracasos

 

Se cumplen cinco décadas del viaje más importante de la humanidad. Fruto de la Guerra Fría, del derroche económico y tecnológico, y de la perseverancia del ser humano por llegar más lejos. Un viaje en la 'cuerda floja' que aún hoy parece ciencia ficción y que estuvo cerca de no ser lo que conocemos.


La bandera desmontable que Neil Armstrong y Buzz Aldrin plantaron en la Luna el 20 de julio de 1969 se confeccionó con mimo. Durante tres meses, un equipo de técnicos afinó al máximo su resistencia, peso y estructura: había que transportarla en el Apollo 11 y ensamblar después sus piezas, a cámara lenta, en un lugar con otra atmósfera. Seguramente, bajo una temperatura extrema. Aquella tela de metro y medio de largo estaba destinada a ser el símbolo de una era, así que tenían que desplegarla bien.


Sonó premonitorio que en la "lista de tareas" que los astronautas llevaban cosida, como una chuleta, en sus guantes izquierdos, no estuviera ese preciso momento. No solo tuvieron problemas al extender el palo telescópico vertical, sino que clavarlo en el suelo les pudo costar un disgusto. Con 600 millones de espectadores atentos. La dureza del terreno les permitió hundirlo unos 15 centímetros y no 45 como estaba previsto, por eso lo inclinaron ligeramente hacia atrás y esperaron que aguantara con dignidad.


La misión, que cumple ahora 50 años, resultó un éxito, pero la viabilidad de la expedición estuvo en varias ocasiones muy cerca del fracaso. La herencia recibida, lo complejo del proyecto y determinadas decisiones improvisadas pudieron influir en el desenlace. O lo hicieron.


La prisa y el miedo fueron dos factores perturbadores. En 1961, en plena contienda espacial con los rusos y con el desastre de Bahía de Cochinos reciente, el presidente John F. Kennedy anunció ante el Congreso, en un giro loco (pero solemne) de guion, que EE UU se había propuesto realizar un aterrizaje lunar tripulado antes del fin de la década. En la NASA se llevaron las manos a la cabeza. Por la falta evidente de dinero, las lagunas tecnológicas y, sobre todo, por las expectativas creadas. Sin embargo, no hubo vuelta atrás.


Armstrong, Aldrin y Collins (el tercero en discordia, el hombre más solo del universo), participaron en Gemini, precursor de Apollo y segundo programa espacial tripulado estadounidense. La cosa marchaba más o menos hasta que todo el país asistió con horror al incendio en el Módulo de Comando que acabó en 1967, en tierra, con tres astronautas del Apollo 1; desde entonces y durante año y medio el fuego se convirtió en la obsesión de la Agencia, que revisó hasta el extremo contratos, procedimientos y tipos de combustible.


"Demasiadas cosas podrían salir mal", pensó Armstrong cuando se enteró de que formaría parte del Apollo 11. En esos momentos, diciembre de 1968, el Apollo 8 había despegado y él (y Aldrin) era parte de la tripulación suplente (backup). "El Módulo Lunar ni siquiera había estado en la órbita terrestre", dijo en una entrevista en 2001. No sabían si el radar o las comunicaciones (que, de hecho, fallaron bastante) funcionarían. No sabían nada. Quedaban 7 meses para la misión y la mengua silenciosa de los fondos federales de la NASA seguía su curso.


La equipación suficiente de los laboratorios o la contaminación medioambiental por agentes desconocidos en el regreso a la Tierra eran otros temores fundados. Y los astronautas. La apretada preparación a la que fueron sometidos estuvo a punto de pulverizarlos. Tanto, que la NASA se planteó en junio retrasarlo todo, al menos, un mes. "Si algo no está listo o les estamos presionando demasiado...", dejó caer Sam Phillips, director del programa Apollo, en una reunión de urgencia. Decidieron continuar.


16 de julio. Unas dos horas y media antes del despegue desde el John F. Kennedy Space Center, las palabras "fuga" y "satélite" resonaron en varias cabezas en un momento especialmente crítico. En el primer frente, una cantidad no desdeñable de hidrógeno líquido escapaba por una válvula del cohete lanzador Saturn V, una mole de 111 metros y 2.800 toneladas (con combustible dentro). En el segundo, uno de los satélites que permitirían ver por televisión la pisada lunar había fallado y se buscaba una conexión alternativa.


Ambas situaciones se solventaron. La segunda, por cierto, con ayuda española: se logró en tiempo récord, desde Madrid, juntar doce canales paralelos submarinos de voz entre las estaciones de Robledo de Chavela (España) y Greenbelt (EE UU) para alcanzar los 48 kilobits de ancho de banda que requería la transmisión. Un esfuerzo que después quedó un poco deslucido, ya que la cámara que iba a bordo del Módulo Lunar (Águila) era una Westinghouse de baja resolución y en blanco y negro. "Cutre", según el ingeniero jefe Max Faget.


La de color se la quedó Collins arriba, en el Módulo de Comando (Columbia). Costó convencer a unos cuantos, por cierto, de que filmar y fotografiar las misiones no era una pérdida de tiempo.

"El Águila ha aterrizado (alunizado)". 102 horas, 46 minutos, 02 segundos. Alivio en el centro de control. Armstrong, el hombre que no confiaba en sí mismo para seleccionar bien las piedras que se llevarían para analizar (eso les dijo a los científicos) y que salió del Apollo 11 atado con una cuerda por si acaso, había salvado el descenso con su pericia de piloto. Registraba 156 pulsaciones por minuto. La nave se dirigía, sin visibilidad (por el polvo lunar) ni combustible, a una pradera de

rocas con una "alarma 1202", por saturación del ordenador, martilleando en la consola. Salió bien.

 

Armstrong y Aldrin acabaron en el Mar de la Tranquilidad, a 6 km del objetivo y a 400 m de un respetable cráter. Collins, en órbita, no les veía. No habría extrañado a nadie, visto lo visto, que cuando Aldrin pronunció de repente, antes de salir al exterior, unas inesperadas palabras de agradecimiento estuviera al mismo tiempo tomando la comunión (con su vino y su forma), algo que no se televisó y que reveló él mismo en 1973. Lo hizo así porque con la lectura pública del Génesis de la Biblia que hizo en su día la tripulación del Apollo 8, la NASA había tenido suficiente. 


A esas alturas, nadie sabía si podrían volver. Si se producía un desastre, el único plan de contingencia del Gobierno pasaba por que Nixon leyera una carta de condolencias, por cortar la comunicación con el Módulo Lunar y por llamar a un sacerdote. Los astronautas quedarían abandonados, en silencio, a su suerte.

Por MIRENTXU MARIÑO


50 años

      


 

"Un batacazo allí habría quedado fatal"

   

 

Pedro Duque (Madrid, 14 de marzo de 1963) cambió hace un año la Agencia Espacial Europea por el ministerio de Ciencia, Innovación y Universidades. Pese a ello, sigue superando los controles semestrales de la ESA para mantener la capacidad de volar al espacio, algo que ha hecho en dos ocasiones.

 

En la sala contigua al que espera que siga siendo su despacho la próxima legislatura, el primer astronauta español habla con este diario del programa Apollo, el que llevó al hombre a la Luna por primera vez el 20 de julio de 1969, y comenta algunas de las fotos de una misión sin precedentes. 

 

"En esta simulación estaban midiendo la distancia del último escalón al suelo y dónde se tenía que agarrar. Cuando llegó a la Luna ya sabía que a tres escalones por arriba. Todo lo tuvieron que memorizar. Un batacazo allí habría quedado fatal", explica con una sonrisa mientras observa a Neil Armstrong ante la escalera del módulo lunar.

¿Nos queda algo por saber?
Ahora se están publicando más conversaciones, las fotos en alta resolución… Las grabaciones han costado más porque, al cabo de unos años, alguien cometió un error gravísimo. Las encontró y decidió reciclarlas para otras cosas. Se ha perdido muchísimo material.

Con Casillas pensé en quedarme callado, pero es un personaje con una llegada muy grande y no puede permitirse que las teorías de la conspiración se expandan

¿Influyó en su decisión de ser astronauta?

Aquel día todos los niños quisimos ser astronautas. Eso es innegable.


 Usted tenía seis años.

Recuerdo una tele en blanco y negro, cerca del techo. Estábamos de vacaciones en una pensión.


 ¿La misión del Apolo 11 fue precipitada?

No se podía esperar mucho, ya que era el final de la década. Sí existía la posibilidad de dejarlo para la siguiente misión y podría haber sido en la 12, pero se decidió que fuera el Apollo 11 en base a que los resultados de las expediciones 9 y 10 habían sido mejores de lo previsto.


 ¿No hubo improvisación?

A toro pasado somos capaces de encontrar detalles sobre los que quizás se tuvo que tomar una decisión en el momento, pero estaba todo muy medido. Si no, no se hubiera llegado. En el último momento sí hubo un error en el ordenador y se pensó que quizás había que abortar la misión. Pero eso ya había ocurrido en el simulador, así que sabían arreglarlo y pudieron pasar esa barrera.

Lo más gratificante de estar en el espacio es tener un rato tranquilo para mirar por la ventana y ver la Tierra

Por ARACELI GUEDE


50 años

Presupuesto 'exorbitado'; preparación física inexistente


La victoria de Estados Unidos en la carrera espacial fue posible gracias a las elevadas inversiones de la NASA en los programas destinados a colonizar la Luna.


Entre 1960 1973, la agencia espacial norteamericana dispuso de un presupuesto total de más de 56.600 millones de dólares, equivalentes a unos 335.000 en la actualidad, según la inflación de la divisa norteamericana. Casi la mitad de estos ingentes fondos, algo más de 25.000 millones, se consagró a viajes tripulados al espacio, la mayoría (el 80%) dentro del programa Apollo, orientado a pisar el satélite.



En apenas seis años, las inversiones en este programa pasaron de 100.000 dólares en 1960 a casi 3.000 millones en 1966, cuando la cantidad estatal consignada a Apollo alcanzó su máximo histórico. De hecho, el dinero destinado a la NASA durante ese ejercicio representó el 4,41% del presupuesto total de Estados Unidos.


La asignación presupuestaria de la NASA fue ampliamente recortada un año y medio antes de llegar a la Luna, por lo que el programa Apollo tuvo que depender de la cantidad ya presupuestada para subsistir hasta 1973, año de su desaparición. La limitación de recursos y la existencia de otros programas espaciales que requerían elevadas inversiones han hecho muy difícil hasta ahora plantear la posibilidad de un nuevo viaje.


"Las misiones Apollo las canceló Nixon porque había alcanzado su objetivo político y el coste era muy elevado. La política espacial de la NASA cambió hacia la construcción de una estación espacial, primero con el SkyLab y luego con la ISS", señala a 20minutos el director del Departamento de Cargas Útiles del Instituto Nacional de Técnica Aeroespacial (INTA), Javier Gómez Elvira.


 Actualmente, el Gobierno estadounidense ha revelado su intención de volver a pisar la Luna en 2024, bajo el programa Artemisa. El coste podría oscilaría entre los 20.000 y los 30.000 millones de dólares, lo que obligaría a aumentar el presupuesto destinado a la NASA a más de 25.000 millones fijos por año.

Los astronautas estaban cansados

En contra de lo que cabría esperar, la preparación física de los tres astronautas que viajaron a la Luna fue inexistente, del mismo modo que no dispusieron de ningún tipo de asesoramiento psiocológico ni entrenamiento mental.


Todos ellos se habían formado como pilotos de combate y habían participado con anterioridad en misiones donde pusieron en peligro sus vidas, por lo que se les presuponía la capacidad de enfrentarse a situaciones de riesgo sin sufrir un elevado grado de estrés.


La preparación física corría únicamente por cuenta de los astronautas y de su voluntad de ejercitarse. Así, Aldrin era un auténtico entusiasta del deporte y no dudaba en entrenarse con frecuencia, mientras que Armstrong rehuía estas prácticas y Collins mostraba una actitud a medio camino entre ambos, más próxima a la apatía del comandante.

Por ÁFRICA ALBALÁ

La insólita y desconcertante
 comparecencia


"El mundo entero esperaba expectante el relato de Armstrong tras su inverosímil aventura espacial y lo que realmente nos encontramos en su rueda de prensa, pocas semanas después de su regreso, es un lenguaje corporal muy tenso e incoherente con las emociones esperadas. No hay visos de alegría, ilusión, orgullo, euforia, ni alivio. Nada de eso. Se ven muy malhumorados, cabizbajos, tristes, descolocados..."

Por ALICIA MARTOS

      

Fresnedillas de la Oliva

El pueblo que cambió el coñac por el whisky

   


Cuando llegas a Fresnedillas de la Oliva te reciben, a un lado de la carretera, el antiguo Museo Lunar, en cuyo patio se levanta una réplica del cohete Saturno V y una placa que reza en inglés "Aquí base de la tranquilidad. El águila ha aterrizado" —que fueron las primeras palabras que Armstrong pronunció una vez alunizó y que fueron recibidas en la Tierra en la estación que la Nasa construyó en esta localidad madrileña—. Al otro lado de la carretera, justo enfrente, unos caballos pastan en paz mientras se sacuden las moscas con la cola.


Este pequeño pueblo a una hora en coche de Madrid fue clave para que el hombre llegara a la Luna: desde allí se mantuvo la comunicación con la tripulación del Apollo 11. De hecho, sus ingenieros fueron los que avisaron a Armstrong de que al módulo lunar solo le quedaban 30 segundos de combustible para alunizar. 


Charlamos con vecinos y extrabajadores de la NASA para conocer de primera mano lo que significó la llegada a la Luna para esta población de hoy 1.550 habitantes —entonces 770— y 30 nacionalidades diferentes.



¿Por qué en Fresnedillas?

Para cumplir con el objetivo del expresidente estadounidense John F. Kennedy de poner al hombre en la Luna —y adelantar a Rusia en la carrera espacial— se necesitó la red del espacio profundo, que consistió en una antena gigante (de 26 metros de diámetro) en EE UU, otra en España y otra en Australia, a distancias y longitudes equidistantes, para estar comunicados con la Tierra durante las 24 horas del día. La de España se ubicó en Robledo de Chavela, a ocho kilómetros de Fresnedillas.


Junto a estas instalaciones se necesitaban cerca otras estaciones de seguimiento de vuelos tripulados, que en el caso de Robledo se ubicó en Fresnedillas. A estas infraestructuras se sumaban, durante las misiones, barcos y aviones por todo el planeta pendientes de las comunicaciones con los astronautas.


Por LOLITA BELENGUER

"Pensé que ir a la Luna iba a ser como el puente aéreo"

Luis Ruiz de Gopegui era el director de la estación de la Nasa de Fresnedillas de la Oliva (Madrid) cuando a ésta le tocó monitorizar las comunicaciones de la nave Saturno V. Durante 28 años estuvo al mando de la estación, desde 1966 hasta 1994. "La Nasa buscaba gente que supiera inglés y electrónica". Antes había trabajado para el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), tras pasar por la Universidad Autónoma de Madrid, la Universidad de Barcelona y la de Stanford (California, EE UU).


Su etapa en la NASA fue "la parte más emocional" de su carrera. También fue jurado de los premios Príncipe de Asturias, "pero comparado con la NASA, nada. En los Príncipes de Asturias, se te equivocabas y le das el premio a uno más tonto, no pasaba nada". En cambio, durante las misiones, "un error nuestro podría matar a un astronauta".

 

Por LOLITA BELENGUER

50 AÑOS

Teorías conspiranoicas y explicaciones que las refutan

Algunos detalles observados en las fotografías, realizadas por la NASA durante el Programa Apollo, sugieren que los alunizajes fueron en realidad montajes organizados (tal vez dirigidos por Stanley Kubrick) en un contexto de Guerra Fría en el que Estados Unidos tenía que hacer evidente su ventaja en la carrera espacial frente a los rusos.

Las controversias proceden de cuestiones como la supuesta ondulación de la bandera de EE UU, imposible ya que en la Luna no hay viento, su brillo en un entorno de total oscuridad, la no aparición de estrellas en las imágenes, la suposición de que alguien tuvo que tomar las imágenes de Armstrong dando su famoso "primer paso" o la ausencia de secuelas en los astronautas que participaron en las misiones y que estuvieron expuestos a una gran radiación.


Sin embargo, toda la fuerza de estas acusaciones ha sido contestada con igual contundencia y muchas más pruebas mediante argumentos que las refutan con total credibilidad. A continuación, todas ellas.

Por DANIEL G. APARICIO

50 años

Volver a la Luna para conquistar Marte

Liderar la carrera espacial siempre ha sido objetivo de las grandes potencias. Si bien ha habido un periodo de cierto 'relax', 50 años después del primer alunizaje el satélite vuelve a estar en el horizonte. La próxima revolución ocurrirá en el espacio y tras la Luna se pretende dar el salto a Marte. Y son China y EE UU los países que por el momento se están repartiendo el protagonismo. La fecha está bien clara: 2024.

CHINA Y LA CARA OCULTA

La sonda Chang'e 4 alunizó en enero de 2019 en el lado oculto de la Luna. Necesita más tecnología y presupuesto. En cinco años enviará una misión tripulada.
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ee uu y artemiSa (2024)

Trump ha situado 2024 como la fecha para volver. En 2028 pretenden iniciar misiones en la superficie lunar cuyo objetivo será encontrar recursos como combustibles.
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La esa y sus carencias

Hoy está en un segundo plano, junto a Rusia -con quien colabora activamente-, Japón y la India.. No obstante, la ESA va a colaborar en los próximos hitos lunares.
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'Objetivo
marte'

La NASA tiene previsto llegar al planeta rojo en 2030. China, Rusia (junto con la ESA) y Emiratos Árabes Unidos tienen confirmadas varias misiones para 2020.
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Por MARÍA MÁRQUEZ

Trivial: ponte en órbita

¿Llegó una hostia consagrada a la Luna? ¿Cuál de los tres astronautas del Apollo 11 se quedó sin pisarla? ¿Qué presidente de los EE UU puso fecha límite para alcanzar el satélite? ¿Trabajó un nazi en el proyecto de la NASA? Si apruebas este test, no es que que seas un friki de la exploración lunar, es que estás 'alucinado'.

Por DAVID YAGÜE

50 AÑOS

Un hito de la humanidad nacido del sangriento siglo XX

Desde el comienzo de los tiempos ha resultado obvio la relación entre avances tecnológicos y conflictos armados. El inmenso operativo que pusieran en marcha EE UU para que sus astronautas llegaran a la Luna habría resultado imposible sin los avances tecnológicos alcanzados en la II Guerra Mundial y sin la presión geopolítica y tecnológica de la Guerra Fría.

El 'cohetero' nazi

Von Braun, ingeniero capital en el Apollo 11 se convirtió en uno de los rostros más reconocibles del programa espacial: incluso un cráter lunar lleva su nombre. Pero antes, Von Braun había sido el ingeniero de las SS que diseñó las bombas V2, que durante la II Guerra Mundial, mataron a 7.000 personas.

Una loca carrera

Los soviéticos iban siempre por delante y EE UU llegaba siempre tarde. Los 60 fueron años de fracasos: Cuba, Vietnam, protestas raciales y estudiantiles... En enero de 1961, Kennedy dio el golpe: "Este país debe comprometerse a poner un hombre en la Luna y traerlo de regreso sano y salvo antes del final del decenio".

La decisiva Guerra Fría

En 1940, un físico de la Universidad de Princeton escribió que no creía que un viaje a la Luna fuera posible hasta 2050. Poner rumbo al satélite en aquellos momentos parecía tan fantástico como la novela de Julio Verne. Treinta años después ya era una realidad gracias a la Guerra Fría.

Por DAVID YAGÜE

Un eterno anhelo literario y cinematográfico

Luciano de Samósata, Edgar Allan Poe, Julio Verne, H.G. Wells, George Mellies, Hergé... Infinitas películas...Todos miramos a la Luna. Todos hemos soñado, llorado y amado bajo nuestro satélite. La humanidad ha cantado, ha compuesto poemas y canciones, la ha pintado y la ha filmado. Ha marcado nuestras creencias y nuestros anhelos.la humanidad soñó, desde la Antigüedad, poder alcanzar aquel lejano y a la vez cercano cuerpo celeste

Por DAVID YAGÜE

Un satélite lleno de mitos

La Luna ocupa un lugar importante en numerosas mitologías -egipcia, griega y romana-, leyendas populares en todo el mundo y siempre ha estado rodeada de un halo de misterio singular. Desde tiempos inmemoriales, al satélite se le ha relacionado con la salud, la fertilidad, la agricultura y el comportamiento animal.

Por MARÍA MÁRQUEZ

ESPECIAL 50 Años de la llegada a la Luna


Han colaborado:
Mirentxu Mariño, Araceli Guede, África Albalá, Lolita Belenguer, Alicia Martos, David Yagüe, Daniel G. Aparicio y María Márquez (textos). Carlos Gámez (infografías y animación), Jorge París (fotografía), Adrián Cobos (galerías) y Bieito Álvarez (grabación, edición y montaje de vídeo). Álex Herrera (coordinación y maquetación).


Fuentes fotográficas: NASA y Jorge París (entrevista a Pedro Duque, reportaje en Fresnedillas de la Oliva y entrevista a Luis Ruiz de Gopegui).